¡Hola, hola! He
cambiado una cosilla de la historia. Sandra, en vez de ser de Barcelona, será
de Madrid. Disculpad si os he liado un poco, pero prefiero que sea así por
motivos varios. Gracias ^^
Fue tal mi sorpresa que exhalé todo el aire que contenían
mis pulmones. Cogí aire rápidamente, y estuve así varios segundos hasta que la
profesora volvió a hablar. Me quedé embobada y en blanco, como si no pudiera
pensar con claridad.
-Chicos, esta es la alumna nueva. Acaba de venir de Madrid.
Me miró esperando que hablara. Asentí levemente y volví a
mirar al chico para luego apartar la mirada.
-Ho-hola. Me llamo Sandra – dije mientras sentía cómo me
ponía colorada -. Encantada de conoceros.
Se oyeron varios ‘’igualmente’’. De él no, aunque no me
sorprendió. Estuve varios segundos así hasta que la profesora se dio cuenta de
que no pensaba decir nada más.
-Bien – continuó algo incómoda -. Sandra, puedes sentarte.
Eché otro vistazo rápido a la clase. El único sitio pupitre
libre era, irónicamente, el contiguo al del chico de ojos azules. Llegué
rápidamente y me senté, dejando la mochila en el suelo. Me asustaba la idea de
mirarle, pero por otra parte sufría por no hacerlo.
Tenía los ojos muy azules y la piel algo pálida, combinando
con su pelo rubio, rubísimo, que le caía sobre la frente, casi llegándole a los
ojos. Tenía la nariz respingona y los labios que sólo se podían describir como
besables. Miraba hacia delante, como si estuviera evitándome a propósito. Era
el chico más perfecto que había visto nunca. Su presencia desentonaba en ese
pueblo incluso más que la mía.
-Hola – saludé. Estuvo varios segundos sin mirarme, aunque
parecía algo sorprendido. Volví a enrojecer.
-Hola – dijo cuando por fin se dignó a mirarme. Usó un tono
cálido que me pilló por sorpresa.
Observé fijamente su rostro. Cada vez tenía más claro que lo
conocía. Un chico así no se olvidaba fácilmente.
-Soy Sandra, aunque creo que ya lo sabías – dije torpemente.
-Creo que no hay nadie en el pueblo que no te conozca. Yo
soy Adrián.
Ahora el que me miraba fijamente era él. Percibí un atisbo
de preocupación en sus ojos. Tragué saliva. Él me dedicó una sonrisa incómoda.
-Dime que eso es una broma – si había algo que no me gustaba
era que la gente hubiera cuchicheado de mí incluso antes de conocerme.
-Lo siento, pero temo decirte que no lo es.
-Genial.
Cuando estuvo a punto de volver a mirar a la profesora no
pude reprimirme.
-Adrián… ¿te conozco de algo? Siento como si ya te conociera
desde antes. Es decir, como si te hubiera visto o algo – dije casi en un
susurro. Cuando vi que fruncía el ceño bajé la vista al suelo.
-No, es imposible – contestó de manera nerviosa. No sé por
qué, pero no le creí.
-Oh.
Y ahí se acabó nuestra conversación. Pensé que tal vez no
tendría que haber sacado el tema tan pronto, pero la paciencia no era lo mío.
Me dediqué a mirar a todos mis nuevos compañeros. Éramos 7
chicas y 7 chicos. Los chicos, menos Adrián, parecían todos iguales. O tal vez
a mí me parecían iguales. En las chicas se podían apreciar dos grupos: las
chicas normales y dos extremadamente pijas, aunque no parecían ser muy amigas. Ni
siquiera se sentaban juntas.
Suspiré. Quería hablar con Adrián, pero mi orgullo era
demasiado fuerte como para permitir algo así. No quería volver a morirme de
vergüenza otra vez, por lo que las horas siguientes pasaron como una mini
tortura. Normalmente no tenía ánimos para hablar con nadie, y me pareció muy
raro. Con él sentía la necesidad continua de tener que hacer algo que nos
incluyera a los dos.
Sus ojos tenían algo muy atrayente, hasta el punto en el que
no podía dejar de mirarle. Permaneció todo el tiempo en silencio, excepto
cuando algún profesor le preguntaba algo. Entonces él respondía educadamente y
de forma perfecta. Parecía muy inteligente, cosa que pude comprobar cuando el
profesor de matemáticas les entregó los exámenes y la nota correspondiente. Una
mirada a hurtadillas fue suficiente para ver que tenía un diez.
Alrededor, todo el mundo se quejaba de su mala nota.
Cuando llegó el recreo estaba tan embobada mirándole que
cuando se levantó fue como si me hubiera despertado de un sueño. Me froté los
ojos un poco y al poco salí fuera, donde seguí a una marea de adolescentes
hacia donde supuse que estaba el patio.
El día se había nublado un poco conforme había pasado la
mañana, al igual que el día anterior. Me quedé en blanco unos instantes. ¿Cómo
sabía yo eso? Mi rostro no pudo ocultar la sorpresa que sentía.
El patio parecía muy normal, como todos los patios de
instituto. Había varios bancos de hierro pintados de un soso color gris y una
cafetería que también se encontraba en el edificio principal, pero sólo se
podía acceder desde el patio. Al parecer, sólo estaba ese edificio. Era mucho
más pequeño de lo que pensaba. ¿Cuántas clases podía haber? Por lo que me
habían dicho mis padres, también haría bachillerato aquí.
No sabía qué hacer, así que busqué en vano un banco donde no
hubiera nadie. Pero todos estaban ocupados. Suspiré y alguien me tocó el
hombro. Pegué un pequeño bote, me giré asustada y me encontré con Adrián. Me
miraba con un gesto extrañado.
Sin saber muy bien por qué, empecé a reírme. Él sonrió al
verme. ¿Desde cuándo me reía de esa manera? Parecía una pava.
-Perdona, ¿te he asustado?
-Un poco – reconocí -. No me lo esperaba.
Adrián sonrió. Era
una sonrisa de disculpa, parecida a la que me había dedicado en clase. Yo
también sonreí. Estar a su lado me hacía tan feliz… me olvidé de mi orgullo.
¡Qué importaba eso con él aquí!
Mi sonrisa se desvaneció rápidamente. ¡Lo acababa de
conocer! ¿Por qué me sentía así? Era demasiado extraño. Me perdí en sus ojos
azules una vez más. Me costaba creer que un ser tan perfecto estuviera aquí, a
mi lado. Sonriéndome a pesar de que mi
cara parecía un poema. ¿Estaría en un sueño? Me negaba a creer que Adrián
existía de verdad. Incluso pensé que dentro de poco sonaría el despertador.
-Si quieres, puedo enseñarte un poco esto.
-¿De verdad? -
pregunté ilusionada. No me esperaba ninguna muestra de simpatía por parte de
nadie y él, a pesar de lo de antes, seguía siéndolo.
-Claro.
Entramos al edificio principal y Adrián cogió mi mano. De
los nervios estuve a punto de soltarla. Mi corazón empezó a latir con fuerza,
pero él parecía tranquilo, como si fuera algo natural. Así que para mí también
lo sería. Respiré hondo y dejé que me llevara a todos los sitios que creyó que
serían importantes.
Cuando visitamos todos, volvimos al patio y nos sentamos en
uno de los bancos de hierro, que ahora se encontraba vacío. Nuestras manos se
soltaron, y no pude evitar entristecerme un poco. Hablamos un poco sobre mi
vida anterior en Madrid. Casi sin darme cuenta, le acabé contando todo lo
ocurrido desde que me dieron la noticia de que tendría que abandonar Madrid
para instalarme en Baste.
La historia era muy simple. Un día llegué del instituto y,
como siempre, estaba haciendo deberes en mi habitación. Cuando llamaron a la
puerta, lo que menos me iba a imaginar era que mi madre iba a entrar hecha una auténtica
furia. Después de insultarme, de recriminarme cosas y de hacerme sentir la peor
persona del mundo, me comunicó que me mudaría para poder madurar y porque,
aunque no me lo dijo, deseaba deshacerse de mí.
Así que, con la promesa de disponer del dinero que quisiera
y que tendría una casa para mí sola, en un mes ya estaba todo preparado para
irme a Baste.
Adrián me escuchó atentamente, sin interrumpir pero
haciéndome saber que me estaba escuchando. Cuando terminé me sentí algo vacía.
-Es un poco triste… - comenzó.
-No importa – interrumpí. No quería que sintiera compasión
por mí -. De todas maneras, me alegro de haber venido.
Y de haberte conocido,
ya que estamos, pensé. Aunque eso no se lo iba a decir.
-En cierto modo te entiendo. Llegué aquí hace un par de
meses y tuve que abandonar el lugar donde vivía.
-Oh – musité sorprendida -. No sabía que tú también habías
tenido que pasar por todo esto.
-Pues ya ves que sí- dijo mientras componía una sonrisa
triste.
Sus ojos azules mostraban una tristeza que hasta ahora no
había notado. Mi corazón se paró momentáneamente. Quería saber qué le había
pasado a ese chico. Quería que confiara en mí y me contara todo.
Pero, sobre todo, quería abrazarle hasta hacer desaparecer
la tristeza de sus ojos. Aunque no quisiera admitirlo en ese momento.
*O* ¡Me has matado! ¿En serio? Que les ha pasado lo mismo D: Me encanta como es Adrián con Sandra, amo a Sandra :D
ResponderEliminarEspero que pronto salga Isaac, lo podrías poner en el próximo capitulo xD
Bueno, espero con impaciencia el próximo capitulo. Besos :D
Raúl.
Bueno, no saques conclusiones precipitadas xD Jujuju, ya verás lo que pasa después :D Todavía no sé cuando poner a Isaac, pero será pronto ;3
Eliminar¡Espero tenerlo prontito! n_n Besos<3
ohhh *o* sabes que adoro lo que escribes verdad? *-* pues si no lo sabias ahora ya lo sabes xDDD Te sherom :33
ResponderEliminarM.
D-darlin' >///< Eres una exagerada D: ¡Tiene muchos fallos! :c Yo también te quiero<3
EliminarC.
Juu >.< Todavia no hay nuevo capitulo...:(
ResponderEliminarEspero el siguiente pronto, que llevo tiempo esperando y tengo muchas ganas de seguir! :D
Besos! <3
Vaya, creía que ya te había contestado D: (tengo mucho pavo) Ya tienes uno en el blog, y muy pronto uno nuevo :D
EliminarBesitos<333
Aquí ya no salgo xDD
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, creo que ya voy recordando cosillas ^^ Así que me tocará seguir leyendo :3
Un besi :D