domingo, 13 de enero de 2013

Capítulo 3.


¡Hola, hola! He cambiado una cosilla de la historia. Sandra, en vez de ser de Barcelona, será de Madrid. Disculpad si os he liado un poco, pero prefiero que sea así por motivos varios. Gracias ^^

Fue tal mi sorpresa que exhalé todo el aire que contenían mis pulmones. Cogí aire rápidamente, y estuve así varios segundos hasta que la profesora volvió a hablar. Me quedé embobada y en blanco, como si no pudiera pensar con claridad.
-Chicos, esta es la alumna nueva. Acaba de venir de Madrid.  
Me miró esperando que hablara. Asentí levemente y volví a mirar al chico para luego apartar la mirada.
-Ho-hola. Me llamo Sandra – dije mientras sentía cómo me ponía colorada -. Encantada de conoceros.
Se oyeron varios ‘’igualmente’’­. De él no, aunque no me sorprendió. Estuve varios segundos así hasta que la profesora se dio cuenta de que no pensaba decir nada más.
-Bien – continuó algo incómoda -. Sandra, puedes sentarte.
Eché otro vistazo rápido a la clase. El único sitio pupitre libre era, irónicamente, el contiguo al del chico de ojos azules. Llegué rápidamente y me senté, dejando la mochila en el suelo. Me asustaba la idea de mirarle, pero por otra parte sufría por no hacerlo.
Tenía los ojos muy azules y la piel algo pálida, combinando con su pelo rubio, rubísimo, que le caía sobre la frente, casi llegándole a los ojos. Tenía la nariz respingona y los labios que sólo se podían describir como besables. Miraba hacia delante, como si estuviera evitándome a propósito. Era el chico más perfecto que había visto nunca. Su presencia desentonaba en ese pueblo incluso más que la mía.
-Hola – saludé. Estuvo varios segundos sin mirarme, aunque parecía algo sorprendido. Volví a enrojecer.
-Hola – dijo cuando por fin se dignó a mirarme. Usó un tono cálido que me pilló por sorpresa.
Observé fijamente su rostro. Cada vez tenía más claro que lo conocía. Un chico así no se olvidaba fácilmente.
-Soy Sandra, aunque creo que ya lo sabías – dije torpemente.
-Creo que no hay nadie en el pueblo que no te conozca. Yo soy Adrián.
Ahora el que me miraba fijamente era él. Percibí un atisbo de preocupación en sus ojos. Tragué saliva. Él me dedicó una sonrisa incómoda.
-Dime que eso es una broma – si había algo que no me gustaba era que la gente hubiera cuchicheado de mí incluso antes de conocerme.
-Lo siento, pero temo decirte que no lo es.
-Genial.
Cuando estuvo a punto de volver a mirar a la profesora no pude reprimirme.
-Adrián… ¿te conozco de algo? Siento como si ya te conociera desde antes. Es decir, como si te hubiera visto o algo – dije casi en un susurro. Cuando vi que fruncía el ceño bajé la vista al suelo.
-No, es imposible – contestó de manera nerviosa. No sé por qué, pero no le creí.
-Oh.
Y ahí se acabó nuestra conversación. Pensé que tal vez no tendría que haber sacado el tema tan pronto, pero la paciencia no era lo mío.
Me dediqué a mirar a todos mis nuevos compañeros. Éramos 7 chicas y 7 chicos. Los chicos, menos Adrián, parecían todos iguales. O tal vez a mí me parecían iguales. En las chicas se podían apreciar dos grupos: las chicas normales y dos extremadamente pijas, aunque no parecían ser muy amigas. Ni siquiera se sentaban juntas.
Suspiré. Quería hablar con Adrián, pero mi orgullo era demasiado fuerte como para permitir algo así. No quería volver a morirme de vergüenza otra vez, por lo que las horas siguientes pasaron como una mini tortura. Normalmente no tenía ánimos para hablar con nadie, y me pareció muy raro. Con él sentía la necesidad continua de tener que hacer algo que nos incluyera a los dos.
Sus ojos tenían algo muy atrayente, hasta el punto en el que no podía dejar de mirarle. Permaneció todo el tiempo en silencio, excepto cuando algún profesor le preguntaba algo. Entonces él respondía educadamente y de forma perfecta. Parecía muy inteligente, cosa que pude comprobar cuando el profesor de matemáticas les entregó los exámenes y la nota correspondiente. Una mirada a hurtadillas fue suficiente para ver que tenía un diez.
Alrededor, todo el mundo se quejaba de su mala nota.
Cuando llegó el recreo estaba tan embobada mirándole que cuando se levantó fue como si me hubiera despertado de un sueño. Me froté los ojos un poco y al poco salí fuera, donde seguí a una marea de adolescentes hacia donde supuse que estaba el patio.
El día se había nublado un poco conforme había pasado la mañana, al igual que el día anterior. Me quedé en blanco unos instantes. ¿Cómo sabía yo eso? Mi rostro no pudo ocultar la sorpresa que sentía.
El patio parecía muy normal, como todos los patios de instituto. Había varios bancos de hierro pintados de un soso color gris y una cafetería que también se encontraba en el edificio principal, pero sólo se podía acceder desde el patio. Al parecer, sólo estaba ese edificio. Era mucho más pequeño de lo que pensaba. ¿Cuántas clases podía haber? Por lo que me habían dicho mis padres, también haría bachillerato aquí.
No sabía qué hacer, así que busqué en vano un banco donde no hubiera nadie. Pero todos estaban ocupados. Suspiré y alguien me tocó el hombro. Pegué un pequeño bote, me giré asustada y me encontré con Adrián. Me miraba con un gesto extrañado.
Sin saber muy bien por qué, empecé a reírme. Él sonrió al verme. ¿Desde cuándo me reía de esa manera? Parecía una pava.
-Perdona, ¿te he asustado?
-Un poco – reconocí -. No me lo esperaba.
Adrián sonrió.  Era una sonrisa de disculpa, parecida a la que me había dedicado en clase. Yo también sonreí. Estar a su lado me hacía tan feliz… me olvidé de mi orgullo. ¡Qué importaba eso con él aquí!
Mi sonrisa se desvaneció rápidamente. ¡Lo acababa de conocer! ¿Por qué me sentía así? Era demasiado extraño. Me perdí en sus ojos azules una vez más. Me costaba creer que un ser tan perfecto estuviera aquí, a mi lado.  Sonriéndome a pesar de que mi cara parecía un poema. ¿Estaría en un sueño? Me negaba a creer que Adrián existía de verdad. Incluso pensé que dentro de poco sonaría el despertador.
-Si quieres, puedo enseñarte un poco esto.
-¿De verdad?  - pregunté ilusionada. No me esperaba ninguna muestra de simpatía por parte de nadie y él, a pesar de lo de antes, seguía siéndolo.
-Claro.
Entramos al edificio principal y Adrián cogió mi mano. De los nervios estuve a punto de soltarla. Mi corazón empezó a latir con fuerza, pero él parecía tranquilo, como si fuera algo natural. Así que para mí también lo sería. Respiré hondo y dejé que me llevara a todos los sitios que creyó que serían importantes.
Cuando visitamos todos, volvimos al patio y nos sentamos en uno de los bancos de hierro, que ahora se encontraba vacío. Nuestras manos se soltaron, y no pude evitar entristecerme un poco. Hablamos un poco sobre mi vida anterior en Madrid. Casi sin darme cuenta, le acabé contando todo lo ocurrido desde que me dieron la noticia de que tendría que abandonar Madrid para instalarme en Baste.
La historia era muy simple. Un día llegué del instituto y, como siempre, estaba haciendo deberes en mi habitación. Cuando llamaron a la puerta, lo que menos me iba a imaginar era que mi madre iba a entrar hecha una auténtica furia. Después de insultarme, de recriminarme cosas y de hacerme sentir la peor persona del mundo, me comunicó que me mudaría para poder madurar y porque, aunque no me lo dijo, deseaba deshacerse de mí.
Así que, con la promesa de disponer del dinero que quisiera y que tendría una casa para mí sola, en un mes ya estaba todo preparado para irme a Baste.

Adrián me escuchó atentamente, sin interrumpir pero haciéndome saber que me estaba escuchando. Cuando terminé me sentí algo vacía.
-Es un poco triste… - comenzó.
-No importa – interrumpí. No quería que sintiera compasión por mí -. De todas maneras, me alegro de haber venido.
Y de haberte conocido, ya que estamos, pensé. Aunque eso no se lo iba a decir.
-En cierto modo te entiendo. Llegué aquí hace un par de meses y tuve que abandonar el lugar donde vivía.
-Oh – musité sorprendida -. No sabía que tú también habías tenido que pasar por todo esto.
-Pues ya ves que sí- dijo mientras componía una sonrisa triste.
Sus ojos azules mostraban una tristeza que hasta ahora no había notado. Mi corazón se paró momentáneamente. Quería saber qué le había pasado a ese chico. Quería que confiara en mí y me contara todo.
Pero, sobre todo, quería abrazarle hasta hacer desaparecer la tristeza de sus ojos. Aunque no quisiera admitirlo en ese momento.

7 comentarios:

  1. *O* ¡Me has matado! ¿En serio? Que les ha pasado lo mismo D: Me encanta como es Adrián con Sandra, amo a Sandra :D
    Espero que pronto salga Isaac, lo podrías poner en el próximo capitulo xD
    Bueno, espero con impaciencia el próximo capitulo. Besos :D
    Raúl.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, no saques conclusiones precipitadas xD Jujuju, ya verás lo que pasa después :D Todavía no sé cuando poner a Isaac, pero será pronto ;3
      ¡Espero tenerlo prontito! n_n Besos<3

      Eliminar
  2. ohhh *o* sabes que adoro lo que escribes verdad? *-* pues si no lo sabias ahora ya lo sabes xDDD Te sherom :33


    M.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. D-darlin' >///< Eres una exagerada D: ¡Tiene muchos fallos! :c Yo también te quiero<3

      C.

      Eliminar
  3. Juu >.< Todavia no hay nuevo capitulo...:(
    Espero el siguiente pronto, que llevo tiempo esperando y tengo muchas ganas de seguir! :D
    Besos! <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vaya, creía que ya te había contestado D: (tengo mucho pavo) Ya tienes uno en el blog, y muy pronto uno nuevo :D
      Besitos<333

      Eliminar
  4. Aquí ya no salgo xDD
    Me ha gustado mucho, creo que ya voy recordando cosillas ^^ Así que me tocará seguir leyendo :3
    Un besi :D

    ResponderEliminar